La felicidad y el bien común
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Transformarse
a sí mismo para transformar mejor el mundo



Desarrollando
nuestras cualidades interiores es como podremos ayudar mejor a los demás.
Nuestra experiencia personal, aunque al principio sea nuestra única referencia,
con el tiempo tiene que permitirnos adoptar un punto de vista más amplio que
tenga en cuenta a todos los seres. Todos dependemos los unos de los otros y
nadie desea sufrir. Ser «feliz» cuando hay tantas personas que sufren sería
absurdo, por no decir imposible. La búsqueda de la felicidad únicamente para
uno mismo está condenada a un fracaso seguro, porque el egocentrismo está en la
propia fuente de nuestro malestar. «Cuando la felicidad egoísta es el único fin
de la vida, la vida enseguida deja de tener un fin, escribía Romain Rolland.
Aunque a primera vista aparentemos ser muy felices, no podremos serlo de verdad
si no nos interesamos por el bienestar del prójimo. En cambio, el amor
altruista y la compasión son los fundamentos de la auténtica felicidad.



Estas
reflexiones no emanan de una intención moralizante, sino que simplemente se
limitan a reflejar la realidad. Buscar la felicidad sólo para uno mismo es la
mejor manera de conseguir que ni nosotros ni los demás seamos felices.
Podríamos creer que podemos aislarnos de los demás para así garantizarnos mejor
el propio bienestar (¡que cada uno pruebe a hacerlo por su cuenta y así todo el
mundo será feliz!), pero el resultado que obtendremos será justo el contrario
del que deseábamos. Vacilando entre la esperanza y el miedo, nuestra vida se
volverá miserable y también arruinaremos la de todos los que nos rodean. Al
final, todo el mundo saldrá perdiendo.



Una de
las razones fundamentales de este fracaso es que el mundo no está constituido
por entidades autónomas dotadas de propiedades intrínsecas que, por su propia
naturaleza, hacen que sean hermosas o feas, amigas o enemigas; las cosas y los
seres son, esencialmente, interdependientes y están en perpetua evolución.
Además, hasta los propios elementos que los constituyen sólo existen si están
relacionados entre sí. El egocentrismo choca sin cesar contra esta realidad y
sólo engendra frustraciones.



El amor
altruista, ese sentimiento que, según el budismo, consiste en desear que los
otros sean felices, al igual que la compasión —definida como el deseo de
remediar el sufrimiento de los demás así como sus causas— no son tan sólo
nobles sentimientos, sino que están fundamentalmente en armonía con la realidad
de las cosas. Como nosotros, la mayoría de los seres también aspiran a evitar
el sufrimiento. Por otro lado, como todos somos interdependientes, nuestras
alegrías y desgracias están íntimamente vinculadas a las de los demás. Cultivar
el amor y la compasión es una apuesta doblemente ganadora, ya que la
experiencia muestra que son los sentimientos que más bien nos hacen, y que los
comportamientos que generan son bien percibidos por los demás.





Cuando
alguien se interesa con sinceridad por el bienestar y el sufrimiento de los
otros, tienen la necesidad de pensar y actuar de modo justo y esclarecedor.
Para que las repercusiones de los actos que se lleven a cabo a fin de ayudar a
los demás sean verdaderamente benéficas, dichos actos tienen que estar guiados
por la sabiduría, una sabiduría que se adquiere por medio de la meditación. La
última razón de ser de la meditación es la de transformarse a sí mismo para
transformar mejor el mundo, o convertirse en un ser humano más bueno para servir
mejor a los otros. La meditación permite dar a la vida su sentido más noble.

Categoría: Meditaciones | Agregado por: ADMINISTRADOR (18.de Agosto.2011)
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