CÓMO SILENCIAR EL CUERPO
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Supongamos
que estamos en un concierto. Se han apagado las luces de la sala
y, a una indicación del Director, la orquesta inunda el aire con
la más embriagante de las sinfonías. Y usted -que, a no dudar, es
un melómano- se abre a las notas de los instrumentos de aire, y
de cuerda, y de percusión con la voluptuosidad con que una estrella
de mar se abre al sol. Pero, ¿qué ha ocurrido en la sala de conciertos
y en usted para que se diera ese prodigio? Lo primero que ha ocurrido
es que se ha apagado todo ruido exterior. Ya sabe, ni un carraspeo.
Y menos todavía esa tos inoportuna que atrae cientos de miradas
reprobadoras. Y hecho el silencio externo, poco a poco su mente
ha ido apagando los ruidos con que ha entrado en la sala: Preocupaciones
que le han acompañado desde hace meses, la búsqueda de identidad
de esa persona que le ha saludado, el recuerdo de la primera vez
que fue a un concierto... Y, finalmente, hecho el silencio mental,
su cuerpo se ha aquietado también. Y con él se ha desvanecido toda
emoción ajena a la música que está escuchando. O mejor, oyendo.
Porque usted es ya estrella de mar y se ha abierto fisiológicamente
a la música. Es ya música con la música. Pues bien, si partimos
del hecho de que en el Universo todo es ritmo y vibración (y esto
no es sólo ya un aforismo pitagórico, sino también ya una afirmación
científica) nosotros estamos permanentemente sentados en el más
maravilloso de los auditórium musicales. Un auditórium que está
dentro de nosotros, porque todo es música; nosotros también. Pero
sólo podremos oír esa música si además de silenciar nuestro entorno,
silenciamos mente, emociones y cuerpo. Cuerpo también, porque, como
veremos en posteriores artículos, nada hay más ruidoso y con más
recuerdos que el cuerpo. Empecemos, por tanto, a aprender a silenciarlo.
Y nada mejor que empezar con una relajación.





EJERCICIO 6: RELAJACIÓN ESTÁTICA EXTERNA



Posición:


a) Tumbado en un sofá, sillón de relajación o en una cama.
En todo caso, tiene que ser en un lugar donde se sienta cómodo.
Conviene que no sea muy mullido. Puede ser una colchoneta en el
suelo.

b) Mantenga los brazos a los lados del cuerpo, no sobre el
pecho o estómago. Y, por descontado, vista ropa cómoda. Nada debe
oprimirle.

c) Es importante que el lugar esté a oscuras o en penumbra.



Ejercicio:

1.
Cómodamente tumbado, con la cabeza no muy alta, iniciará una serie
de respiraciones completas. Las del Ejercicio 1. Al coger aire mantendrá
los ojos abiertos -en dirección a un punto del techo, siempre el
mismo- y los cerrará al expelerlo, manteniéndose un instante sin
aire. Y cada vez que expulse el aire, así como el instante en que
se mantiene sin él, debe dejar que su cuerpo se afloje y hunda.
Esto debe hacerlo muy lentamente, en actitud somnolienta, abandonándose
al movimiento de fuelle del cuerpo y observando -ya sabe qué es
observar- como sus párpados pesan, parecen pegarse. Y cada vez le
cuesta más abrir los ojos. Habrá un momento al principio largo y
pasados unos días de sólo segundos en que notará que no puede ya
abrir los ojos.

2.
Cuando los ojos le pesen y le cueste abrirlos, déjelos ya cerrados
y realice otras tres respiraciones más, con la sensación de que
el cuerpo se hunde en sí mismo.

3.
En ese momento pueden darse dos órdenes mentales:

a) Si es insomne y desea dormir, tome conciencia de que se
dormirá al terminar la relajación, antes de salir de ella; y se
dirá a sí mismo que el sueño será totalmente reparador y que se
levantará fresco y descansado. Puede, si quiere, fijar el tiempo
que desea permanecer dormido y también puede darse la orden de despertar
a una hora determinada.

b) Si no desea caer en el sueño fisiológico, tome conciencia
-debe decirse a sí mismo- de que la relajación será profunda, cada
día más profunda y perfecta, pero que no se dormirá.

4.
Y empiece ya a relajar el cuerpo. Para ello comience por sentir,
por concienciar, por observar o por contemplar, ya sabe que significa
eso, los dedos del pie derecho -del izquierdo si es zurdo-. Su mente
resbalará, centímetro a centímetro, subiendo por su pie y lo irá
dejando relajado. No importa en qué consiste eso ni cómo lo hará
su cuerpo. Usted simplemente sabe que se está relajando, que se
afloja y que la relajación va subiendo por su pierna hasta llegar
a la ingle y cadera.

5.
Antes de pasar a la otra pierna, vuelva a recorrer la que ha relajado.
Pero esta vez imagine que su cuerpo es una gran factoría, que hay
ruidos y luces, ruidos de máquinas que trabajan y luces que permanecen
encendidas cuando usted está activo, pero que ahora, con la relajación,
deben -en su pierna- estar inactivas, desconectadas, sin ruidos
las máquinas y apagadas las luces.

Así
que ahora vuelva a observar mentalmente su pierna centímetro a centímetro.
¿Hay algún ruido, sigue trabajando alguna máquina? ¿Ha dejado alguna
luz encendida? Y concienciará, sin saber cómo, esos ruidos, y sin
saber cómo "verá" esas luces -si las hay- en los lugares de su cuerpo
que va concienciando. De haber ruidos y luces, mentalmente desconectará
máquinas y apagará las luces que han podido quedar encendidas -esos
son los puntos especialmente tensos, que se resisten a descansar-.
Insista hasta que su pierna -usted lo notará y "verá"- quede perfectamente
relajada.

6.
Siga ahora con la otra pierna y utilice el mismo doble sistema.
La concienciación de la relajación, primero, y la comprobación de
ruidos y luces, después.

7.
Y ahora haga lo mismo con la parte baja del vientre. Especialmente
con la zona de la vejiga.

8.
Pase a los brazos. Inicie la relajación en la mano derecha -en la
izquierda si es zurdo- y siga hasta llegar a los hombros. Estos
son especialmente importantes. Ellos cargan con todo el peso de
sus desdichas. Así que aflójelos. Insista una y otra vez. Mueva
un poco los omóplatos y el cuello, si es preciso. Ayúdese con ligeros
movimientos al principio, pero aflójelos. Compruébelo. Ya sabe:
ruidos y luces.

9.
Y ahora lleve su conciencia a la parte superior de la cabeza:
al cuero cabelludo. Pase luego a la frente. Vaya recorriendo la
zona de las orejas, los ojos -órbitas y párpados-, la nariz, la
boca -no olvide labios y lengua: los labios deben quedar entreabiertos
y la lengua caída-, el cuello y la barbilla: toda la zona de los
maxilares. Y una vez más, como en los hombros, no deje de insistir.
Por favor, no deje de insistir porque todos llevamos nuestra agresividad
y nuestro temor en el mentón. La vida es dura y hay que cerrar la
boca y apretar los dientes. Y el mentón es una piedra. Como lo es
la nuca y el cuello. Son las corazas de los desdichados guerreros
del siglo XX. Unas corazas de las que no nos desprendemos ni para
dormir. Nos acostamos con la armadura puesta.

10.
Usted, no; usted se está quitando corazas y baja ahora al tórax
-pecho y espalda, también columna vertebral- y observa cómo se va
relajando. Y comprueba que su respiración se hace más y más fluida
y profunda. Y llegará un momento en que notará la sensación de que
no es usted quien mueve los pulmones, que son ellos los que respiran
por sí mismos. Y todo esto -no lo olvide- es sumamente saludable.
Porque está volviendo a entrar en contacto con el entorno, se expande,
se enriquece con un incremento de su energía vital.

11.
Pase ahora al abdomen -estómago y vientre- y relájelo. (Le recuerdo
que en cada una de las fases de la relajación debe comprobar ruidos
y luces.) Hecho esto, conciencie ahora su cuerpo entero relajado
y centre su atención en el plexo solar -unos centímetros por encima
del ombligo- y conciencie que sale de él un calor suave, agradable,
acogedor, que se extiende por todo su cuerpo. Sólo la cara -especialmente
la frente- permanecerá fresca. El resto del cuerpo entrará en un
suave sopor que le adormecerá, pero sin que caiga en el sueño fisiológico,
salvo que así lo desee.

12.
Ahora, en este estado de sopor, deje su cuerpo en una sensación
de plácido abandono. Y permanezca así unos minutos. Con la mente
en blanco.

13.
Cuando quiera volver al estado vigil, no tendrá más que darse la
orden mentalmente y mover primero los dedos de las manos y pies,
luego brazos y piernas, concienciando cómo la actividad vuelve a
su cuerpo y, finalmente, abra los ojos y espere el tiempo preciso
para levantarse.



Observaciones:

- Después de una relajación -no importa si es parcial o completa-
es preciso aguardar unos minutos antes de conducir o de efectuar
un trabajo que requiera el dominio pleno de nuestros reflejos corporales.


- Cuando haya aprendido a relajarse, puede prescindir del movimiento
de abrir y cerrar los ojos. Pase de la respiración a la relajación
del cuerpo.

Categoría: Consejos | Agregado por: ADMINISTRADOR (04.de Agosto.2011)
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