CÓMO SILENCIAR EL CUERPO
Compartelo en facebook Supongamos que estamos en un concierto. Se han apagado las luces de la sala y, a una indicación del Director, la orquesta inunda el aire con la más embriagante de las sinfonías. Y usted -que, a no dudar, es un melómano- se abre a las notas de los instrumentos de aire, y de cuerda, y de percusión con la voluptuosidad con que una estrella de mar se abre al sol. Pero, ¿qué ha ocurrido en la sala de conciertos y en usted para que se diera ese prodigio? Lo primero que ha ocurrido es que se ha apagado todo ruido exterior. Ya sabe, ni un carraspeo. Y menos todavía esa tos inoportuna que atrae cientos de miradas reprobadoras. Y hecho el silencio externo, poco a poco su mente ha ido apagando los ruidos con que ha entrado en la sala: Preocupaciones que le han acompañado desde hace meses, la búsqueda de identidad de esa persona que le ha saludado, el recuerdo de la primera vez que fue a un concierto... Y, finalmente, hecho el silencio mental, su cuerpo se ha aquietado también. Y con él se ha desvanecido toda emoción ajena a la música que está escuchando. O mejor, oyendo. Porque usted es ya estrella de mar y se ha abierto fisiológicamente a la música. Es ya música con la música. Pues bien, si partimos del hecho de que en el Universo todo es ritmo y vibración (y esto no es sólo ya un aforismo pitagórico, sino también ya una afirmación científica) nosotros estamos permanentemente sentados en el más maravilloso de los auditórium musicales. Un auditórium que está dentro de nosotros, porque todo es música; nosotros también. Pero sólo podremos oír esa música si además de silenciar nuestro entorno, silenciamos mente, emociones y cuerpo. Cuerpo también, porque, como veremos en posteriores artículos, nada hay más ruidoso y con más recuerdos que el cuerpo. Empecemos, por tanto, a aprender a silenciarlo. Y nada mejor que empezar con una relajación. EJERCICIO 6: RELAJACIÓN ESTÁTICA EXTERNA Posición: a) Tumbado en un sofá, sillón de relajación o en una cama. En todo caso, tiene que ser en un lugar donde se sienta cómodo. Conviene que no sea muy mullido. Puede ser una colchoneta en el suelo. b) Mantenga los brazos a los lados del cuerpo, no sobre el pecho o estómago. Y, por descontado, vista ropa cómoda. Nada debe oprimirle. c) Es importante que el lugar esté a oscuras o en penumbra. Ejercicio: 1. Cómodamente tumbado, con la cabeza no muy alta, iniciará una serie de respiraciones completas. Las del Ejercicio 1. Al coger aire mantendrá los ojos abiertos -en dirección a un punto del techo, siempre el mismo- y los cerrará al expelerlo, manteniéndose un instante sin aire. Y cada vez que expulse el aire, así como el instante en que se mantiene sin él, debe dejar que su cuerpo se afloje y hunda. Esto debe hacerlo muy lentamente, en actitud somnolienta, abandonándose al movimiento de fuelle del cuerpo y observando -ya sabe qué es observar- como sus párpados pesan, parecen pegarse. Y cada vez le cuesta más abrir los ojos. Habrá un momento al principio largo y pasados unos días de sólo segundos en que notará que no puede ya abrir los ojos. 2. Cuando los ojos le pesen y le cueste abrirlos, déjelos ya cerrados y realice otras tres respiraciones más, con la sensación de que el cuerpo se hunde en sí mismo. 3. En ese momento pueden darse dos órdenes mentales: a) Si es insomne y desea dormir, tome conciencia de que se dormirá al terminar la relajación, antes de salir de ella; y se dirá a sí mismo que el sueño será totalmente reparador y que se levantará fresco y descansado. Puede, si quiere, fijar el tiempo que desea permanecer dormido y también puede darse la orden de despertar a una hora determinada. b) Si no desea caer en el sueño fisiológico, tome conciencia -debe decirse a sí mismo- de que la relajación será profunda, cada día más profunda y perfecta, pero que no se dormirá. 4. Y empiece ya a relajar el cuerpo. Para ello comience por sentir, por concienciar, por observar o por contemplar, ya sabe que significa eso, los dedos del pie derecho -del izquierdo si es zurdo-. Su mente resbalará, centímetro a centímetro, subiendo por su pie y lo irá dejando relajado. No importa en qué consiste eso ni cómo lo hará su cuerpo. Usted simplemente sabe que se está relajando, que se afloja y que la relajación va subiendo por su pierna hasta llegar a la ingle y cadera. 5. Antes de pasar a la otra pierna, vuelva a recorrer la que ha relajado. Pero esta vez imagine que su cuerpo es una gran factoría, que hay ruidos y luces, ruidos de máquinas que trabajan y luces que permanecen encendidas cuando usted está activo, pero que ahora, con la relajación, deben -en su pierna- estar inactivas, desconectadas, sin ruidos las máquinas y apagadas las luces. Así que ahora vuelva a observar mentalmente su pierna centímetro a centímetro. ¿Hay algún ruido, sigue trabajando alguna máquina? ¿Ha dejado alguna luz encendida? Y concienciará, sin saber cómo, esos ruidos, y sin saber cómo "verá" esas luces -si las hay- en los lugares de su cuerpo que va concienciando. De haber ruidos y luces, mentalmente desconectará máquinas y apagará las luces que han podido quedar encendidas -esos son los puntos especialmente tensos, que se resisten a descansar-. Insista hasta que su pierna -usted lo notará y "verá"- quede perfectamente relajada. 6. Siga ahora con la otra pierna y utilice el mismo doble sistema. La concienciación de la relajación, primero, y la comprobación de ruidos y luces, después. 7. Y ahora haga lo mismo con la parte baja del vientre. Especialmente con la zona de la vejiga. 8. Pase a los brazos. Inicie la relajación en la mano derecha -en la izquierda si es zurdo- y siga hasta llegar a los hombros. Estos son especialmente importantes. Ellos cargan con todo el peso de sus desdichas. Así que aflójelos. Insista una y otra vez. Mueva un poco los omóplatos y el cuello, si es preciso. Ayúdese con ligeros movimientos al principio, pero aflójelos. Compruébelo. Ya sabe: ruidos y luces. 9. Y ahora lleve su conciencia a la parte superior de la cabeza: al cuero cabelludo. Pase luego a la frente. Vaya recorriendo la zona de las orejas, los ojos -órbitas y párpados-, la nariz, la boca -no olvide labios y lengua: los labios deben quedar entreabiertos y la lengua caída-, el cuello y la barbilla: toda la zona de los maxilares. Y una vez más, como en los hombros, no deje de insistir. Por favor, no deje de insistir porque todos llevamos nuestra agresividad y nuestro temor en el mentón. La vida es dura y hay que cerrar la boca y apretar los dientes. Y el mentón es una piedra. Como lo es la nuca y el cuello. Son las corazas de los desdichados guerreros del siglo XX. Unas corazas de las que no nos desprendemos ni para dormir. Nos acostamos con la armadura puesta. 10. Usted, no; usted se está quitando corazas y baja ahora al tórax -pecho y espalda, también columna vertebral- y observa cómo se va relajando. Y comprueba que su respiración se hace más y más fluida y profunda. Y llegará un momento en que notará la sensación de que no es usted quien mueve los pulmones, que son ellos los que respiran por sí mismos. Y todo esto -no lo olvide- es sumamente saludable. Porque está volviendo a entrar en contacto con el entorno, se expande, se enriquece con un incremento de su energía vital. 11. Pase ahora al abdomen -estómago y vientre- y relájelo. (Le recuerdo que en cada una de las fases de la relajación debe comprobar ruidos y luces.) Hecho esto, conciencie ahora su cuerpo entero relajado y centre su atención en el plexo solar -unos centímetros por encima del ombligo- y conciencie que sale de él un calor suave, agradable, acogedor, que se extiende por todo su cuerpo. Sólo la cara -especialmente la frente- permanecerá fresca. El resto del cuerpo entrará en un suave sopor que le adormecerá, pero sin que caiga en el sueño fisiológico, salvo que así lo desee. 12. Ahora, en este estado de sopor, deje su cuerpo en una sensación de plácido abandono. Y permanezca así unos minutos. Con la mente en blanco. 13. Cuando quiera volver al estado vigil, no tendrá más que darse la orden mentalmente y mover primero los dedos de las manos y pies, luego brazos y piernas, concienciando cómo la actividad vuelve a su cuerpo y, finalmente, abra los ojos y espere el tiempo preciso para levantarse. Observaciones: - Después de una relajación -no importa si es parcial o completa- es preciso aguardar unos minutos antes de conducir o de efectuar un trabajo que requiera el dominio pleno de nuestros reflejos corporales. - Cuando haya aprendido a relajarse, puede prescindir del movimiento de abrir y cerrar los ojos. Pase de la respiración a la relajación del cuerpo. | |
Categoría: Consejos | Agregado por: ADMINISTRADOR (04.de Agosto.2011) | |
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