Compartelo en facebook
El cuerpo habla y se comunica por medio de signos y sintomas, dando a luz lo que esta profundo en nuestro ser.
Ante la incapacidad de expresar ciertos sentimientos o la vivencia de situaciones traumáticas es nuestro organismo el que toma la palabra y la exterioriza en el doloroso lenguaje de la enfermedad
El cuerpo habla. A través del intercambio de sustancias químicas que recorren complicados mapas internos construye mensajes que van más allá de la química. Así, la angustia se transforma en úlcera y un duelo deriva en infarto. Durante siglos, la mente y el cuerpo fueron una pareja despareja que sufrió innumerables uniones y fragmentaciones, y su articulación no ha sido sencilla a lo largo de la historia del pensamiento científico.
La visión del cuerpo, y en consecuencia de la enfermedad que se expresa a través de éste, varía de acuerdo a los modelos conceptuales. La concepción biomédica reduccionista implica al método analítico de Descartes, que consiste en la descomposición de pensamientos y problemas en sus elementos constitutivos y su consiguiente clasificación siguiendo un orden lógico. El cuerpo queda reducido a una máquina, como así quedan reducidas a operaciones mecánicas las funciones biológicas de los organismos vivientes. Descartes afirma: "Yo considero que el cuerpo humano es una máquina. Mi pensamiento confronta la idea de un hombre enfermo y un reloj mal construido, con mi idea de un hombre sano y un reloj bien construido".
Como el desencadenante puede ser tanto psíquico como corporal, es indispensable distinguir el motor de la enfermedad para desactivarlo y encarar medidas terapéuticas integrales capaces de reequilibrar todas las alteraciones, tanto físicas como emocionales.
Todas estas consideraciones nos llevan a evaluar el trastorno psicosomático como un fenómeno complejo, que no se deja constreñir por las dicotomías reduccionistas de los modelos científicos clásicos, sino que requiere un enfoque nuevo, capaz de dar razón de todos los componentes en juego y la circularidad sistémica que los correlaciona. Desde esta perspectiva el término "psicosomático" resulta obsoleto, si se reduce sólo a una clase específica de fenómenos; dicho término propone más bien un paradigma general de toda manifestación humana, tanto en la enfermedad como en la salud.
Pero esta acepción más amplia se basa en una óptica de la complejidad, reconociendo una multiplicidad de niveles que son, al mismo tiempo, autónomos e interrelacionados. En esta dimensión las contraposiciones dicotómicas cartesianas de mente- cuerpo, biológico-psicológico, natural-cultural, individual-familiar, pierden su significado. Desde este posible paradigma entonces, la mente puede enviarnos al cuerpo para reencontrarlo, la psique al soma, la naturaleza a la cultura, y el individuo a su grupo de pertenencia.
Pero aceptar la óptica de la complejidad significa una pluralidad de puntos de vista, o sea, una multiplicación de modelos interpretativos. A esta crítica no se sustrae el modelo sistémico, especialmente cuando se lo identifica con un modelo holístico, peligrosamente omnicomprensivo, de la realidad. Por este camino se puede volver a caer, paradójicamente, en "la jaula del reduccionismo".
El enfoque sistémico debe ser concebido y utilizado como capaz de establecer correlaciones recursivas entre diferentes niveles de realidad, -del biológico al psicológico, del relacional al social- cada uno de los cuales mantiene su autonomía y especificidad, y puede requerir instrumentos de indagación específicos. Aceptar la complejidad sugiere renunciar al "modelo" al "lugar fundamental" de la observación.
Hablar de orientación sistémica, no quiere decir sustituir un modelo por otro, sino más bien indicar un método que pueda abrir camino a una nueva epistemología: "la epistemología de la complejidad". Afrontar este pasaje que comporta el abandono del modelo, y en consecuencia la renuncia a muchas certezas adquiridas, es sin ninguna duda un proceso fatigoso y a menudo doloroso, pero también puede ser extremadamente fecundo y producir así, el nacimiento de una "nueva racionalidad".
Yo arrojo un balón contra una pared y él vuelve con la misma fuerza. En relación al ser, si arrojo pensamientos, palabras o acciones hacia afuera, ellos vuelven con la misma intensidad."
|