Elegir dejar de sufrir
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Elegir dejar de sufrir

Sanar el sufrimiento

Contrariamente
a lo que podríamos pensar, dejar de sufrir no depende
fundamentalmente de que alguien nos dé unas "herramientas
perfectas", sino básicamente de tres cosas:

  • Darnos cuenta de que sufrimos, o lo que lo mismo, ser capaces de observarnos a nosotros y a nuestro sufrimiento.
  • Elegir dejar de sufrir, y manteniendo esta decisión con perseverancia.
  • Dejar
    de resistirse,  al
    proceso de sanación, a aceptar y expresar
    conscientemente en un entorno seguro las heridas emocionales y a hacer
    "lo que toca hacer"  en cada momento.

Luego
vienen las herramientas, para ayudar a facilitar el proceso, unas
más adecuadas que otras dependiendo de la personalidad de cada uno y
las circunstancias concretas en las que estemos, pero el proceso
básico es ese.

 

IDENTIFICAR EL SUFRIMIENTO

<span>Podemos
decir que sufrimiento emocional es cualquier estado distinto a
sentir el amor y la alegría tranquila en nuestro pecho. Cualquier otro
estado emocional, mental o físico es indicador de que algo no anda
del todo bien, o lo que es lo mismo, hemos encontrado una pista de
donde podemos sanar un componente del sufrimiento emocional en
nosotros. Esto no quiere decir que tengamos que estar obsesionados
con "depurarnos", sino simplemente tomar consciencia de que si
queremos tenemos ahí una puerta que explorar.

Cuando
abrimos una de esas puertas y comenzamos a bucear en ellas,
podemos ver que las emociones se organizan de manera natural en capas
por las que vamos a ir pasando, y que a modo de orientación
podríamos decir que es algo como esto, de lo más externo a lo más
interno:

- Negación, euforia,
aburrimiento, cansancio. También dolor físico, resultado de
enterrar el dolor emocional. - Cabreo - Resignación,
autocastigo, autocrítica, culpa, autolimitación. - Miedo -
Dolor, herida emocional

El observador y el escenario

Para
que uno pueda "estar bien" cuando las cosas van mal sin caer en la
negación es imprescindible que identifiquemos al menos dos partes
en nosotros, el yo que experimenta y el yo que observa.

El
observador es el punto de partida imprescindible, es la parte interna
de nosotros que es capaz no solo de observar y "darse cuenta" de
qué ocurre no solo en nuestro entorno físico, sino también en las
partes más externas de nosotros: nuestro cuerpo, nuestras
emociones, y nuestros pensamientos, como si esas partes de nosotros
fueran también parte del escenario.

El
observador tiene la curiosa característica de que existe en un
"espacio interno de armonía perpetua", desde el cual sin embargo
puede ser consciente de la inarmonía "externa". Cuanto más estas en
estado de "observador", más sientes la armonía interna. Cuanto más
sientes la armonía interna más estas en estado de observador.
Normalmente estamos oscilando en estados intermedios, observamos
pero aun nos sentimos identificados con el yo externo -el ego, los
pensamientos, emociones y sensaciones físicas- y el observador es como
una voz, un guía interno que nos apoya y nos ayuda a tomar
consciencia del sufrimiento emocional. Pero hay ciertos momentos de
sanación emocional, de pequeños "satoris" de comprensión cuando
procesamos un asunto emocional que realmente nuestro punto de
autoconsciencia da el salto por un momento al otro lado y realmente
sentimos que somos el observador y vemos a nuestro ego, nuestra
personalidad externa y sus esfuerzos por sanarse con un sentimiento
de honor y ternura infinitas, y comprendemos como "todo está
bien", que aunque haya problemas por resolver, el escenario en sí
es una oportunidad y el hecho de que podamos actuar en el es un regalo.
Ahí empezamos a experimentar lo que realmente significa "amarse a
uno mismo".  Claro que ese estado normalmente dura un momento y
pronto volvemos a nuestra perspectiva desde el lado de la personalidad
externa, pero esa experiencia queda ahí, hemos abierto un camino y
cada vez que lo volvamos a experimentar anchearemos ese
camino.

 El proceso llamado Iluminación,
al menos su estado más básico ocurre cuando nuestro punto de
consciencia se asienta permanentemente "al otro lado", en el "lugar
interno de armonía", observando y comprendiendo de esa manera
especial que "todo está bien". Pero este estado permanente, al
contrario de lo que se suele pensar no, está directamente
relacionado con los años de prácticas de trabajo interior, sino que
puede suceder a cualquiera espontáneamente, en cualquier momento
de la vida . La practicas son una ayuda para acercarnos a ese
estado mientras no sucede naturalmente, porque tomamos consciencia de
que es más beneficioso para nosotros, y para acostumbrarnos a vivir
la vida cotidiana desde esa perspectiva "iluminada" con normalidad,
pero el "salto" puede ocurrir en cualquier momento y el único
factor que parece ser realmente importante es la no resistencia al
proceso.

 

ELEGIR DEJAR DE SUFRIR

Obstáculos para elegir dejar de sufrir

El
sufrimiento es un mecanismo natural desarrollado para ayudarnos a
sobrevivir al ayudarnos a identificar las situaciones que nos hacen
daño, por lo que cuando nos proponemos ir desactivándolo para
comenzar a funcionar con el "programa más refinado" que es la
autoconsciencia, nos encontramos con mecanismos de protección que son
básicamente miedo, pero que pueden disfrazarse muy habilidosamente en
forma de creencias limitativas aparentemente ciertas
intelectualmente. Pero con un poco de distanciamiento, observando
el cuadro general que nos pintan podemos identificarlas
fácilmente porque todas tienen algo obvio en común: defienden o
promueven el miedo y el sufrimiento emocional. Y la experiencia de
cualquiera que se atreva a bucear en sus emociones es que "el miedo
es irreal", o dicho de otra forma, que:

sufrir nunca está justificado

Todos
estos mecanismos de defensa que podríamos llamar "reversos
psicológicos", debido a su exceso de apego, se convierten al final en
formas de autocastigo que nos mantienen innecesariamente en el
sufrimiento, y pueden ser cosas como:

  • No puedo superar esto
  • No está bien
  • No me lo merezco
  • Estoy aburrido
  • Estoy cansado
  • No tengo tiempo
  • No lo podré soportar
  • No quiero dejar esta emoción
  • No vale la pena
  • ¿Para qué?
  • etc.

Por
otro lado hay mitos sociales que contribuyen a justificar nuestros
reversos personales, como los prejuicios contra ciertos grupos
sociales, sobre los presuntos peligros de leer ciertos libros, o ver
ciertas películas - como existía hasta no hace mucho y existe aún en
muchos puntos del planeta-, que afortunadamente poco a poco vamos
superando, aunque todavía perviven otros, tanto o más peligrosos que
todavía pasan demasiado desapercibidos para mucha gente. Quizá dos
de los más importantes son:

  • Dejar de ser agresivo equivale a ser débil.

  • Sufrir por amor es la manera más elevada de mostrar amor verdadero.

 

"Dejar de ser agresivo equivale a ser débil"

Cuando
sentimos odio hacia otro puede que nos cueste darnos cuenta que
somos nosotros los que estamos sufriendo mientras odiamos, pensamos que
castigamos con nuestro odio a quien odiamos, pero en cuanto
buceamos un poco en ese odio vemos que solo nos castigamos a
nosotros mismos y lo que hacemos mientras mantenemos el odio es
cederle el poder sobre nuestro bienestar precisamente a la persona
que menos desearíamos que lo tuviese. Sin embargo el odio y la
agresividad juegan como animales que somos un papel fundamental en
nuestra supervivencia, y cuando elegimos conscientemente dejar de
odiar, porque comprendemos que es un mecanismo muy limitado y que a
la larga nos causa daño a nosotros, puede que surge el miedo a
quedar indefensos, pero una vez que nos acostumbramos a funcionar
de otra manera vemos que es justo lo contrario: cuando dejamos de odiar
(sufrir) -no porque nos lo impongamos, sino porque liberamos
nuestro dolor- como hemos dicho, nuestras emociones se aclaran,
comprendemos lo infantil y ridículo que es ver a un adulto cabreado
como un niño pequeño, y lo más importante,  podemos ser más conscientes de los peligros reales y
de las medidas objetivamente más eficientes a tomar para evitarlos o
mitigarlos. Tememos que al perder nuestra agresividad perdemos
nuestra consciencia del peligro, pero en realidad es justamente lo
contrario.

La conocida frase cristiana
de "poner la otra mejilla" ha provocado mucha confusión al
respecto al interpretarla en el sentido físico cuando su verdadero
sentido es aplicada al plano emocional: por mucho que me provoques yo
elijo mantener mi bienestar interior, lo que no tiene nada que ver
con que si tu me atacas físicamente yo me puedo defender porque
tengo el mismo derecho que tu a vivir y a mantener mi integridad y
mi bienestar físico.

Para quienes teman
caer en un "exceso de bondad", la imagen más clara de esto es la
actitud del maestro de artes marciales, que cuanto más serenidad
interior tiene -más paz interior, amor hacia sí mismo y hacia su
contrincante- más eficiente es en el combate exterior, en la
mayoría de las ocasiones porque consigue que ni siquiera se inicie al
sanar el dolor emocional del potencial agresor que causaba su
necesidad de violencia.

 

El "honor" de sufrir por amor

Cuando
sufrimos porque alguien cercano está enfermo o en peligro, por
ejemplo, puede que nos surja la culpa de ser egoístas y preocuparnos más
por nosotros que por los demás. Pero la pregunta clave en esta
situación es

¿En que ayuda tu sufrimiento a la persona a la que quieres?

En
la sociedad en la que vivimos tradicionalmente se ha asociado el
sufrimiento con el supuesto amor, elogiando el "sufrir por amor"
como la forma más elevada de demostrar amor verdadero,  pero si buceamos
en el origen de ese sufrimiento NUNCA encontramos el amor como
origen del mismo, sino que encontramos culpa, sentimiento de
impotencia, odio hacia quien le pueda hacer daño a la persona
querida, miedo a que la persona se muera o nos abandone etc. etc, 
es decir, dolor emocional.  Alabar el sufrimiento justificándolo
con el amor es de las cosas más absurdas -por no decir retorcidas-
que se pueda hacer, puesto que técnicamente, desde un punto de
vista psicológico: 

El sufrimiento es ausencia de amor.

Y
si nosotros sentimos dolor, ¿como vamos ayudar a alguien a que no
lo sienta? Si tú sufres por alguien, aunque tu intención sea otra,
el hecho empírico es que estás contribuyendo a que siga sintiéndose
mal. La vieja supuesta norma de bondad de "el otro antes que yo"
es solo un camino al victimismo, que es la otra cara del egoísmo
del "yo antes que el otro". Para dar hay que abrirse a recibir, al
igual que para recibir hay que abrirse a dar. Si lo piensas en
global, si tu te pones mal para que otro se ponga bien, el balance
global es el mismo. La humildad no consiste en ser menos que el
otro, sino en valorar al otro como un igual

Si
alguien a tu lado sufre, lo mejor que puedes hacer es dejar de
sufrir y sentir tu paz interior para ayudar a que la otra persona siga
tu camino. Y además si tú tienes paz interior y energía, tu mente
estará mucho más clara para encontrar soluciones armónicas al
problema "técnico" que pueda tener la otra persona.

extraido de la web... autor desconocido....


Categoría: Variedades | Agregado por: TerapiasDiarias (20.de Marzo.2011)
Vistas: 891 | Comentarios: 1
Total de comentarios: 1
1 TRINA DUGARTE  
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Muy bello su comentario..me encanta, pero la realidad de mi sufrimiento no aparece aqui...es màs dàstrica..Podemos ponernos en contacto de otra manera..... GRACIAS

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