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El origen de las enfermedades
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"Creo que las perturbaciones de la digestión son las causas de todas
las enfermedades."

(Louis Kuhne)

He aquí la gran cuestión. Desde que el hombre existe, a lo largo de su
historia, esta pregunta ha venido siendo constante: ¿Porqué se producen las
enfermedades?

Pero la razón de ellas sigue siendo un misterio para la que nunca fueron
capaces de resolver tan soterrado enigma.

Podemos llegar a creer, incluso, que no existe la posibilidad de conocer
tal respuesta; pero si la encontráramos, quizá se lograría erradicar al fin las
enfermedades de la vida humana...

El Naturismo, la Naturaleza, nos enseña que toda enfermedad tiene en su
origen una causa mental, en tanto en cuanto que, la sucesión de pensamientos
inapropiados e ignorantes de la esencia natural del hombre, da como resultado
actuaciones erróneas y contraproducentes al plan que esa misma Naturaleza ha
establecido para él. Esto es: la ignorancia nos procura hábitos antisaludables
que nos llevan a contravenir las leyes naturales que invisiblemente nos rigen,
siendo la enfermedad, por tanto, el precio que indefectiblemente pagamos,
seamos conscientes de ello o no.

Por eso pensamos que las enfermedades tienen una primera causa mental
denominada: ignorancia del modo correcto de vivir, lo cual, como decíamos, nos
conduce a los malos hábitos que se constituyen en la verdadera raíz del
problema, ya que producen el desajuste térmico entre la periferia y el interior
del organismo. Debido a ésta alteración térmica -esbozada por vez primera por
el genial naturópata chileno Manuel Lezaeta Acharán-, se produce la
intoxicación orgánica, también denominada Toxemia. A partir de la intoxicación
orgánica, surgen casi todas las enfermedades, salvo las producidas por un abuso
excesivo de un determinado órgano.

Por tanto, a nuestro juicio, las enfermedades son tan sólo la manifestación
externa de algo previo e interno: la intoxicación. Pero ésta, a su vez y sobre
todo, es producto del desequilibrio térmico producido por los malos hábitos de
vida adquiridos merced al desconocimiento de las leyes naturales. Éste es el
verdadero ciclo de la Enfermedad. No sólo eso, es también el de la Salud, si
nos decidimos a hacerlo girar en sentido inverso al que produce las
enfermedades.

Los hombres se han convertido en creadores de costumbres poco saludables,
las han incorporado a su habitual modo de vida y, desde ese instante, la
aparición de la enfermedad ha sido tan sólo cuestión de tiempo y resistencia
orgánica en cada individuo, lo cual está siempre en función del maltrato propio
y de la herencia que hayamos recibido. Por eso a nosotros no nos resulta
extraño que los hijos terminen por pagar los abusos orgánicos de sus
precedentes generaciones.

Esta alienación del ser humano respecto de sí mismo, es debida a su falta
de conocimiento acerca de cómo mantener su cuerpo con salud, pero también al
desconocimiento de las razones que deben llevarle a uno a hacerlo así. El
hombre, en general, no sabe nada acerca de su origen, ni tampoco de su
desarrollo futuro, lo cual le conduce en demasiadas oportunidades a
desperdiciar una vida que podría ser empleada en avanzar a todos los niveles.
Con estas premisas, y no teniendo un fundamento filosófico que le guíe en la
búsqueda de un mejor estado físico,

emocional, mental y espiritual, abre las puertas a la enfermedad porque
enfoca sus hábitos hacia la gratificación de sus sentidos.

"No existe enfermo con buena digestión, ni sano con mala
digestión."

Manuel Lezaeta Acharán

En estado de buena salud digestiva las heces son inodoras, consistentes,
diarias, bronceadas, y no ensucian el papel. Tener deposiciones así, indica que
se ha digerido correctamente. Por desgracia, no es lo habitual en la mayoría de
las personas.

Esta es una descripción general de la persona que sufre Desequilibrio
Térmico, la cual padecen TODOS los enfermos crónicos sin excepción. Según la
doctrina térmica de la salud, todas las enfermedades se instauran a partir de
un cuadro semejante. Sin embargo, no necesariamente se presentan síntomas
iguales para todos los enfermos, pues éstos verán afectados sus diversos
órganos según la fortaleza, debilidad, o predisposición.

El lugar en que se depositan las toxinas, parte anterior o posterior del
cuerpo, puede variar según sea nuestra posición al dormir, nuestro trabajo,
nuestras costumbres...etc, creándose unos recorridos orgánicos específicos en
cada persona por los que se afectarán cuantos órganos se crucen en su camino.
Así se irá conformando el mapa de las alteraciones anatómicas descrito, con
todo lujo de detalles, por su descubridor, Luis Kuhne, en "La ciencia de
la expresión del rostro."

Pero no sólo la fisonomía del enfermo se verá alterada, sino también el
iris de sus ojos, que revelará todo lo dicho hasta aquí, presentando señales de
irritación e inflamación localizadas en el área correspondiente al aparato
digestivo, o sea, en torno a la pupila, y de atrofia en la zona de la piel
(formando un anillo oscuro que rodea la periferia del iris). Los síntomas
podrán, con el curso de los años, modificarse y mejorar, pero el tejido iridal
demuestra fehacientemente, y en todo momento, el rumbo que está siguiendo la
alteración funcional.

Quizá, ahora mismo, alguno de ustedes se esté preguntando: ¿cómo podemos
recuperar el equilibrio térmico que nos devuelva la salud perdida...? Bien,
existen algunas sencillas técnicas naturistas que nos devolverán el equilibrio
térmico entre piel y mucosas. Estos ejercicios consisten en actuar, de varias
maneras sobre la piel y las mucosas para que éstas normalicen su actividad.
Como la piel de los enfermos está atrofiada, es decir, atascada a nivel
subcutáneo, habrá que activarla mediante la estimulación del agua fría o
irritarla con otros recursos. Al estimularla provocamos en ella una reacción
que la calienta, abrimos sus poros, e irá congestionándose. Con ello, la sangre
abandonará el vientre, donde su acúmulo excesivo estaba alterando los procesos
metabólicos que allí se llevan a cabo intoxicandonos.

La piel del hombre en reposo debe tener siempre una temperatura de 36´5ºC ó
37

ºC. Por tanto, si está más fría indica que existe "calentura al
interior" o desequilibrio térmico, porque la sangre se habrá desplazado y
refugiado en el vientre. A esto también se le llama "fiebre interna".

El desequilibrio térmico cursa con escalofríos, tiritona, piel pálida y
fría, malestar general, y taquicardia. Cuando es muy intenso, y si no se
resuelve a tiempo, puede desembocar en la muerte del paciente. La calentura del
interior es directamente proporcional a los latidos del corazón e inversamente
proporcional a la temperatura de la piel. De este modo, cada diez latidos que
sobrepasen las 70 pulsaciones por minuto, delatan un exceso de 1 grado sobre la
temperatura interna correcta (que debiera ser la misma que la de piel, o sea,
36´5ºC-37ºC). Por esta razón, a mayor calor interior, corresponde mayor
frecuencia cardíaca y también mayor frialdad sobre la piel. Y consecutivamente
a todo ello, un peor pronóstico de salud.

Cuando se instaura el desequilibrio térmico de un modo agudo, el paciente
tiene frío y pide mantas, ropa o algo caliente. Él presiente, instintivamente,
la necesidad de que su piel fría, a veces cadavérica, adquiera más calor para
obtener así la mejoría que necesita y volver a reequilibrarse. En ése caso, el
corazón latirá atropelladamente a 90-100-120, ó más, pulsaciones por minuto,
denotando que la temperatura interna es muy elevada, incluso superior a 40ºC,
mientras la de la piel habrá bajado hasta los 35ºC incluso. Es una situación
realmente alarmante.

Para equilibrar esta diferencia de temperaturas debemos proporcionarle
calor a la piel y frío al vientre, con la finalidad de frenar y dar salida a la
combustión excesiva que se está produciendo en esa caldera orgánica que es el
aparato digestivo. Ésta caldera humana necesita que el sistema de refrigeración
-la piel- funcione correctamente para que no se acumule un exceso de
temperatura al interior, puesto que podría hacer reventar todo el
"circuito". Del mismo modo, necesita un combustible adecuado en
calidad y cantidad -aire rico en oxígeno-, y también proceder a la limpieza de
los residuos de las combustiones anteriores.

La aplicación de calor a la piel y la estimulación de la misma con
frotaciones, ortigas, ejercicio..., abren los poros de ésta, favoreciendo el
riego por los minúsculos vasos sanguíneos y, con ello, la afluencia de sangre.
Esto reequilibra las temperaturas del organismo y restaura de modo natural la
salud, sin necesidad de medicamentos y con excelentes beneficios para nuestro
estado orgánico.

Por otra parte, deberemos también sofocar el excesivo calor interno
mediante técnicas naturales que refresquen el vientre, es decir, que
desinflamen los vasos, tejidos y nervios de la zona, obligando a la sangre a
retornar a la piel, que es donde debiera estar, para así disminuir la temperatura
de las reacciones químicas que se están efectuando en el aparato digestivo. De
este modo reduciremos la inflamación del aparato gastrointestinal, mitigaremos
la temperatura, y acabaremos con las perniciosas fermentaciones que allí se
están llevando a cabo. El metabolismo digestivo volverá así a recuperar, poco a
poco, su temperatura normal que debe ser idéntica a la de la piel, pues ambas
temperaturas -interna y externa- tienen que permanecer siempre equilibradas
para tener salud y evitarnos trastornos futuros.

Podemos aplicar frío al interior del organismo con diversos medios, como
son el barro, los baños derivativos del vientre, o las compresas húmedas (nunca
con hielo), de tal modo que nos sirvan para descongestionar la zona. La
terapéutica naturista, como hemos explicado, se basa en desalojar la sangre del
interior, haciendo que ésta retorne a la piel, y consiguiendo así, que ésta se
mantenga caliente continuamente. Alcanzaremos de este modo el equilibrio
térmico, y obtendremos digestiones correctas, porque estarán realizadas a la
temperatura adecuada.

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