Compartelo en facebook Por: Jesús Tamariz Saldaña* Bienvenidos, como ya saben, esta columna está diseñada para hablar de temas propios de la psicología de un modo digerible y comprensible para la mayoría. En esta ocasión, vamos a dar respuesta a una pregunta que me hicieron llegar a mi correo y que sirve de reflexión acerca del manejo del "dolor emocional” y su posible transformación en un "daño emocional”. Espero lo disfruten y me hagan llegar pronto sus sugerencias acerca de los temas que deseen conocer y las dudas que quieran resolver. Entremos en materia Hace unos días me llegó un mensaje pidiéndome ayuda… el mensaje dice así: "Cuando a una persona le sucede algo que duele mucho, ¿es bueno dejar pasar un tiempo para platicarlo?” Lo primero que puedo decir de este mensaje es que lamentablemente nos falta más información de la persona que nos hace esta pregunta, ya que cada caso es diferente y como tal merece una atención especial; no obstante, me dio pie para realizar una serie de reflexiones que a continuación comparto con ustedes. Ante las diversas circunstancias de la vida, todos estamos expuestos a sufrir lo que se conoce como "dolor emocional”, que es esa sensación más o menos incómoda que queda después de vivir una experiencia a la que podemos calificar de desagradable o muy desagradable. El dolor emocional, como el dolor físico, es una señal de alarma que se enciende en nuestra mente para avisarnos que algo no fue procesado por el inconsciente como una experiencia agradable, y que tal situación podría causarnos problemas aún mayores más adelante. Digo que se parece al dolor físico porque la función del dolor físico es exactamente la misma: la de prevenir un daño mayor por la exposición a aquello que nos causa el dolor. En el caso del dolor emocional, su función es evitar o prevenir el "daño emocional” que conocemos popularmente como trauma psicológico. Cuando digo que la función es preventiva es porque el paso del dolor emocional al daño emocional no es automático, requiere de un paso por la decisión personal; ya que yo soy el único que puede decidir que tanto "voy a permitir” que me afecte tal o cual circunstancia, y qué tanto peso voy a darle en mi vida a determinada situación. Lamentablemente para que esa decisión se dé, es indispensable que las personas aprendamos a vivir conscientemente, es decir, que podamos evaluar, sopesar y decidir cómo tomar la vida. Seguramente habrás vivido mil ejemplos de esto: cuando te han ofendido y reaccionas de un modo muy diferente dependiendo de quién venga la ofensa; lo más probable es que no te pusiste a pensar: -"es mi papá quien me está diciendo esto así que debo tomarlo de este modo” o -"es fulano de tal y no voy a permitir que me trate así”, no, lo más probable es que simplemente lo tomaste de un modo diferente y reaccionaste, en consecuencia, de un modo diferente. Ese es el paso por la decisión del que hablo, del momento en que opto por tal o cual actitud, aún y cuando lo hagamos inconscientemente y de manera "automática”. El dolor emocional se va, entonces, a transformar; si mi respuesta es positiva, en una oportunidad para mi crecimiento, ya que aprenderé de esa experiencia y esto me llevará a no volverme a exponer emocionalmente del mismo modo; tomaré el control y empezaré a "escoger” mejor las situaciones. Pero si mi respuesta es negativa porque dejo que el dolor me consuma y "decido” sufrir intensamente por lo que me sucedió, entonces estaré gestando un daño emocional, un trauma, del que para salir deberé solicitar ayuda profesional, ya que difícilmente podré darle solución solo, cuando es el dolor lo que me está dominando y nublando la razón. El dolor emocional tiende a disminuir con el tiempo, poco tiempo realmente, y da paso a nuevas oportunidades ya que el aprendizaje se dio. El daño emocional tiende a disimularse y confundirse con resignación, que no resolución, dejándonos una herida sin cicatrizar adecuadamente y que a la menor oportunidad volverá a abrirse, dolernos y no dejarnos acceder a esas nuevas oportunidades que se nos están planteando; nos da miedo, nos volvemos inseguros, agresivos, rencorosos, cobardes, pasivos, indecisos. Ahora bien, regresando a la pregunta inicial; si duele (emocionalmente) y crees que no puedes manejarlo adecuadamente, lo mejor es "hablarlo” cuanto antes. Pero no un hablar común que te deje sin alternativas o que sea un simple desahogo (bastante bueno por sí mismo pero no suficiente) que no te brinde opciones de resolución, o un hablar que no pase del chisme y la comunicación misma de lo acontecido. Se trata de un "hablar terapéutico”, naturalmente con un especialista (psicólogo de preferencia) que no sólo te escuche sino que te ayude a entender y manejar imparcialmente las diversas situaciones y sus implicaciones. Si se deja para más adelante, para cuando "ya no duela tanto”, lo que puede suceder es que, al haber llegado la resignación, se habrá dado paso al daño emocional; surgirá el auto engaño del "no pasa nada” y nos dispondremos a vivir nuestra vida con una herida sin cicatrizar, que nos hará más vulnerables a nuevos dolores emocionales y más daños emocionales. Será mucho más difícil para el terapeuta, en caso de que se busque ayuda, identificar y orientar en la resolución de los asuntos pendientes, y el trabajo terapéutico puede ser largo y extenuante para ti. Vale la pena, entonces, hablar de lo que nos pasa; no permitir que un dolor emocional se convierta en el eje de nuestra existencia y nos dañe, a veces irreversiblemente. Vale la pena vivir conscientemente, y aprender a decidir qué tanto vamos a permitir que las circunstancias de nuestra vida nos afecten. Vale la pena pedir ayuda. Suerte.
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