Compartelo en facebook
Dice el diccionario: " Sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo causada por ciertas lesiones o algunos estados patológicos // Sentimiento aflictivo comparable al dolor y que se padece en el ánimo" El dolor está consubstanciado con nuestra vida humana en forma tal, que creemos que debe, ineludiblemente, ser dolorosa. Creer esto significa ignorar el amor y la justicia de Dios, pues la vida humana es un medio que Él nos proporciona para poder obtener el progreso espiritual que necesitamos, y el dolor es, en cambio, producto de la acción realizada en oposición a la ley del amor. El dolor puede ser, moral o físico, pero en ambos casos es un síntoma, un llamado de atención que recibimos a fin de atender nuestra salud, física o espiritual. Si desatendemos ese llamado, si no procuramos descubrir la causa del dolor que nos aqueja, el mal se agrava y el dolor, necesariamente se intensifica, porque la finalidad del dolor no es castigar sino señalar un mal, sea éste un mal físico o un mal espiritual y hacernos reaccionar para atender ese mal . Si vivimos siempre en armonía con la ley Divina, tanto en el aspecto físico como en el aspecto moral, la vida humana no estaría como está, acosada por toda la gama del dolor; pero hemos desoído la voz de la conciencia y no quisimos detenernos a discernir sobre lo que debíamos y no debíamos hacer. La ley de la vida recoge hasta la mínima vibración del bien y del dolor que causamos o deseamos causar a otros (ley de causa y efecto), y esas vibraciones retornan, antes o después, a su punto de origen, es decir, a nosotros. No debemos rebelarnos ante las pruebas dolorosas, debemos analizar las circunstancias que rodean a las mismas a la luz de los conceptos espirituales que estamos recibiendo. Comprenderemos así la causa y la finalidad, y conociéndolas estaremos en mejores condiciones de eliminar ese dolor de nuestra vida. En cambio si nos rebelamos las pruebas dolorosas no pueden cumplir con su finalidad y en consecuencia deben repetirse y cuanto más nos rebelamos con más intensidad recibimos las pruebas y ello no será castigo sino amor, pues a pesar de nuestra rebeldía la ley nos sigue dando la oportunidad de superar. La ley nos da las oportunidades que necesitamos, una y otra vez, a fin de superar las pruebas necesarias para nuestra evolución y progreso. Sabiendo que el dolor es siempre efecto de una causa que nos pertenece, no nos resulta difícil, mediante el permanente análisis de nosotros mismos, llegar a conocer la causa de nuestros dolores, físicos o morales, y esforzarnos en remediarla, sin olvidar nunca que las leyes divinas son exactas y perfectas y no nos premian ni nos castigan; el bien y el dolor que llegan a nuestra vida son un bien y un dolor que, habiendo en algún momento emanado de nosotros, retornan ahora a nosotros. Debemos repetir que ningún dolor llega a nuestra vida que no corresponda, y llega en las condiciones para la cual estamos preparados. Ninguna condición de dolor puede ser superior a nuestras fuerzas por que esa es la justicia de la ley divina. No olvidemos que las leyes responden siempre de acuerdo con nuestro punto evolutivo. Nadie que nos desee un mal puede interferir en nuestras vidas si ese mal no corresponde ser vivido. Nada pueden hacernos que no hallamos merecido por nuestro accionar en contra de la ley del amor. Debemos tener la absoluta certeza que esto es así, pues es la manifestación del amor divino a través de sus leyes. Si la ley responde solo con hechos felices y aparta de nosotros el dolor, no es amor, pues la superación de los hechos dolorosos es la que nos purifica, la que nos permite avanzar en nuestro camino a la perfección. Muchas veces pasamos por hechos felices que nos alejan del dolor y nos ayuda a persistir en nuestro camino espiritual. No nos apartemos de nuestro camino, tratemos de superar los dolores que nos permite aliviar nuestro "lastre” de vibraciones negativas.. Esto quiere decir que al momento de encarnar tenemos un punto evolutivo logrado; si luego en esta encarnación solo nos rodeamos de vibraciones negativas por nuestras malas acciones o nos rebelamos y nos apartamos del camino espiritual, para lograr nuevamente el punto que habíamos tenido al comenzar la encarnación, deberemos primero limpiar todas esas vibraciones negativas para poder estar en ese mismo punto. Esto significa que necesitamos mucho más tiempo, solo para lograr el punto anterior a nuestro desvío, y por lo tanto un retraso en nuestra evolución y progreso. Debemos entender que el amor divino no permite jamás que llegue a nosotros un dolor que no corresponda. Vemos, así, que necesario es lograr vivir los conceptos espirituales, es decir, lograr la verdadera Conciencia Espiritual, que nos ayuda no solamente a conocernos a nosotros mismos, sino también a evitar futuras experiencias dolorosas. No nos apartemos ante el dolor de los demás. Pensemos que si teniendo conciencia espiritual cuesta muchas veces no rebelarse ante el dolor, que queda para nuestros hermanos que no lo tienen. Acerquemonos a ellos con los brazos abiertos, con una palabra cariñosa, con una sonrisa, con un gesto cordial, escuchemos sus desventuras, ayudemos con un pensamiento positivo, con palabras de alivio. Todos somos espíritus en proceso de evolución y progreso. Sabemos que el dolor es la respuesta a nuestros pensamientos, a nuestros sentimientos y a nuestros hechos negativos, por lo tanto debemos analizar muy bien nuestros pensamientos, nuestros sentimientos para que no den lugar a un hecho negativo que luego se traduce en dolor para nosotros. La ley siempre utiliza todo en positivo, aun los hechos negativos, en este caso para permitir a otro ser pasar las pruebas necesarias para su evolución y progreso, pero eso no impide que constituya para nosotros una deuda con la ley del amor. Si no nos apartamos del camino del bien, si vivimos de acuerdo con la ley divina, jamás hemos de sufrir guerras, temores, enfermedades y miseria, y la vida de relación, organizada con verdadero sentido fraterno, no privará a nadie de lo necesario ni permitirá el despilfarro de lo que otros pueden necesitar. No existiendo el egoísmo ni la ambición y viviendo en verdadero amor fraterno, nadie pretenderá acaparar bienes ni enriquecerse a expensas del sacrificio o la miseria de otros; toda necesidad recibirá inmediata ayuda y la prosperidad será común a todos y no privilegio de algunos. Tengamos siempre presente que viviendo en el amor se recibe felicidad; pero viviendo en el desamor y el egoísmo, ineludiblemente se recibe dolor.
Fuente: Amanecer espiritual
|